El pacto


El dinero nunca fue lo que me destruyó. Fue el miedo a perderlo todo.

Voy al grano: me arruiné.

Fui exitoso, tuve mi propia empresa de diseño, dinero, contactos. Pero la crisis llegó, tomé malas decisiones y mi orgullo me impidió pedir ayuda. 

Todo desapareció. Terminé en la calle, reducido a nada. Y entonces, encontré el pacto.

Había oído hablar de la Goetia, pero hasta esa noche no la tomé en serio. La leí. La entendí. Y tomé la decisión.

"Si deseas recuperar lo perdido, toma lo que te ofrezco. A cambio, algo será tuyo para siempre."


¿Qué más podía perder?

 Hice el ritual. Susurros en la oscuridad, velas temblorosas, palabras que parecían resonar en otro plano. Y apareció. 

No humano, pero tampoco extraño. Me miró en silencio.

—¿Qué quieres? —pregunté con un hilo de voz.

Él sonrió.

Tu deseo será cumplido. Pero todo tiene un precio. No es dinero, no es fama. Es algo más. Algo que perderás sin saber cuándo.

Dudé un instante. Luego, asentí.


A la mañana siguiente, mi vida volvió a la normalidad. Llamadas, clientes, proyectos. El dinero regresó, y con él, la estabilidad.

Pero algo era diferente.

Sombra en los rincones. Susurros a mis espaldas. Al principio los ignoré. Estrés, me decía. Cansancio. Pero con el tiempo, la sensación de que algo me observaba se hizo imposible de ignorar.

Las semanas se volvieron meses. Mi única escapatoria era escribir. Relatos oscuros, historias de pactos y almas atrapadas. Y poco a poco, los personajes empezaron a parecerse a personas de mi vida: mi exsocio, el amigo que me traicionó.

Una noche, todo cambió.

Levanté la vista de la pantalla y supe que no estaba solo. La luz parpadeaba. El aire se había vuelto espeso. En la esquina de la habitación, algo me observaba. No se movía. No hablaba. Pero su presencia era aplastante.

—¿Quién eres? —murmuré.

Silencio.

—¿Por qué estás aquí?

El miedo me paralizaba. No podía moverme, como si algo invisible me sujetara. La presión en el pecho aumentó.

—¿Qué quieres? —grité, desesperado.

Y entonces, la voz.

No era un susurro. Era mi propia voz. Distorsionada.

Escribe. Sigue escribiendo. Te lo dije. Mi regalo no tiene fin.


La oscuridad se tragó la habitación. La pantalla brilló con una intensidad antinatural. No quería seguir escribiendo. Pero mis manos se movían solas. Las palabras fluían con furia. Historias que no recordaba haber pensado. Nombres que nunca había escuchado.

Hasta que vi la última línea en la pantalla.

"Te observo."

Mi respiración se cortó.

No puedes escapar de ti mismo —susurró la voz.

Las letras comenzaron a distorsionarse. A moverse. A reordenarse hasta formar una sola frase.

"Eres mi creación."

El pacto no era lo que había imaginado. No se trataba de recuperar lo perdido. Se trataba de algo peor. Yo no era el escritor.

Era la historia.

 

 


Epílogo

Hoy abrí una cuenta en Wattpad.

Cuando empecé a escribir esta historia, no pensé que significara nada. Solo una forma de desconectarme. Pero ahora... algo se siente extraño.

No sé si es la historia o si soy yo.

Podría dejar de escribir. Borrar todo. Cerrar la cuenta. Pero algo dentro de mí dice que es demasiado tarde.

Cada vez que miro la pantalla, siento que me devuelve la mirada.

—¿Alguien sabe cómo se apaga esto?




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